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Η πιθανότητα η Γερμανία να γίνει ο «άρρωστος άνθρωπος της Ευρώπης» προβλέπει κινδύνους για την Ισπανία

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Alemania no atraviesa su mejor momento. Sufre una tormenta casi perfecta que combina crisis económica (va a completar dos años de recesión), política (con la ruptura de la coalición de Gobierno y el adelantamiento electoral) y existencial (por un aumento drástico de los partidos de ultraderecha y la izquierda populista). 

Algunos califican al país teutón como el “enfermo de Europa”; otros son más optimistas y creen que el mal trago pasará. Luis de Guindos, vicepresidente del Banco Central Europeo BCE, pide no entregarse al pesimismo, y recuerda que ya se usaba ese término a principios de este siglo pero “unos años después, de repente, se convirtió en la estrella emergente”. Otros son más duros: “Kaput: el fin del milagro económico alemán”, se titula el libro del periodista Wolfgang Münchau.

¿Está España preparada para un frenazo de la locomotora europea? ¿Cuánto afectará a nuestro país la crisis de la industria del automóvil alemana? ¿Se contagiará el ascenso imparable de la ultraderecha?

“No negamos que la economía alemana esté pasando un momento difícil y que hay que ajustar las medidas para volver a cifras más positivas”, admite para este diario Ingo Stender, ministro de la Embajada alemana en España. “Sin embargo, y sin duda alguna, Alemania tiene la fuerza de revertir la situación y está decidida a hacerlo”.

Caída económica de Alemania

Berlín tiene que capear a la vez varias circunstancias económicas adversas: menos energía barata de Rusia por la guerra y menos comercio con una China que languidece, una mano de obra cara y falta de inversiones públicas.

“¿Alemania como enfermo de Europa? Es un término antiguo. El enfermo es Italia, desde hace tiempo, y Francia no está muy boyante. Pero Alemania está peor que estaba y siempre sufre cuando la economía mundial no crece mucho, como ahora, porque es economía exportadora”, opina Miguel Otero, investigador principal del Real Instituto Elcano. “Hay un tema estructural, de envejecimiento y escasa inversión, al que hay que sumar el alza en los precios de la energía, aunque ahora han vuelto a los valores preguerra”. 

La guerra de Ucrania obligó al país a abandonar repentinamente, aunque de forma progresiva, su dependencia del gas y el petróleo rusos. Por decisión política de Berlín y, en ocasiones, a la fuerza. Los gasoductos Nord Stream que conectaban al país con Rusia fueron dinamitados en 2022, poco después de comenzar la guerra de Ucrania. Un sabotaje aparentemente realizado por buzos ucranianos, según una investigación del periódico The Wall Street Journal.

El otro problema internacional del país es China, que ha llegado a ser el mayor socio comercial de Alemania, pero lleva tratando de levantar cabeza desde que el presidente Xi Jinping cerró el país al mundo por la pandemia de covid en 2020. La política de restricciones dañó la economía y arrastró a Alemania. Los fabricantes teutones dependen fuertemente de los insumos intermedios procedentes de China.

Riesgo de guerra arancelaria

Los vientos también soplan en contra desde el Atlántico. El republicano Donald Trump retoma la presidencia de Estados Unidos el próximo 20 de enero y amenaza con poner aranceles a la economía europea, lo que dañará especialmente a la alemana, fábrica de la UE. 

“Una guerra arancelaria podría suponer pérdidas de unos 30.000 millones para Alemania y Berlín va a hacer todo lo posible para que no ocurra”, opina Otero. “Alemania tiene un déficit comercial con China que puede permitirse porque tiene superávit con Estados Unidos. La Comisión Europea, liderada por una alemana, tienen preparada una propuesta para convencer a Trump de que no ponga esos aranceles, algo parecido a lo que hizo Jean-Claude Juncker en 2018: Europa se compromete a comprar ciertas cosas de Estados Unidos, por ejemplo armamento militar necesario para ayudar a Ucrania, a cambio de parar la guerra arancelaria”. 

España en medio del torbellino

El Gobierno alemán ha revisado a la baja sus pronósticos de crecimiento: prevé para este año 2024 una contracción del PIB del 0,2%. Y eso, tras una caída del 0,3% en 2023. Dos años consecutivos en recesión. Esos datos palidecen respecto a los españoles: el PIB de España creció un 2,7% el año pasado y cerrará este con un crecimiento del 2,9%. En casi todo lo demás, aun así, los datos alemanes siguen superando con creces a los nacionales: la tasa de desempleo allí es de poco más del 3% (frente al 12% español) y el endeudamiento, del 62% del PIB (frente al 105% español).

La industria que más preocupa a Berlín es la automovilística. Cuando a Volkswagen le va bien, a Alemania le va bien, y a la inversa. Pero Volkswagen está sufriendo: planea cerrar tres fábricas en Alemania, despedir a miles de trabajadores y bajar hasta un 10% el sueldo de sus empleados. Necesita recortes drásticos para sobrevivir. 

Parece que de momento estos movimientos de la automovilística no afectarán a España, a través de Seat, del grupo Volkswagen. La empresa alemana realizó una fuerte inversión para levantar la giga factoría de baterías para coches eléctricos en Sagunto (Valencia), que empezará a producir en 2026. 

“El intercambio comercial y económico con España mantiene una tendencia al alza, al igual que el número de empresas alemanas activas en España”, subraya Stender. “En los temas de futuro, como el hidrógeno, la cooperación bilateral se está intensificando a través de actores gubernamentales y empresariales”. Alemania es socia, junto a España, Portugal y Francia, en el megaproyecto con fondos europeos del H2Med, que pretende construir canalizaciones para distribuir hidrógeno verde entre la Península Ibérica y el norte de Europa.

Y luego están los turistas alemanes, que siguen fieles a España y cuyo ritmo crece con fuerza después de la caída de la pandemia. En 2023 llegaron a nuestro país un total de casi 11 millones de alemanes, la tercera mayor cifra del total, solo tras británicos y franceses. El mercado alemán continuó manteniendo su ritmo de recuperación, según Turespaña, con un aumento del gasto del 12%, aunque aún por debajo de los datos de 2019. 

Enfermedad pasajera o crónica

A los problemas económicos y de modelo de futuro de Alemania se suman los políticos. Quizá estos son consecuencia de aquellos. El auge de la ultraderecha de Alternativa por Alemania (AfD) y de los populistas de Sahra Wagenknecht, escisión de Die Linke, está dinamitando los equilibrios de poder.

Las alarmas saltaron el pasado mes de septiembre. Por primera vez desde la II Guerra Mundial, un partido de extrema derecha ganó en un Estado federado alemán (la AfD en Turingia con más del 32% de los votos).

Ahora, la llamada coalición semáforo ha implosionado. Los liberales (naranjas) han tumbado el Gobierno que conformaban con el Partido Verde y los socialdemócratas (rojos). Se han adelantado las elecciones anticipadas el próximo 23 de febrero. Las encuestas apuntan a que las ganarán los democristianos del conservador Friedrich Merz. La duda es con qué coalición. 

Esto también puede suponer un riesgo para el Gobierno de Pedro Sánchez. Los equilibrios en Bruselas cambiarán y, si se cumplen los pronósticos, ninguno de los grandes países estará gobernado por el centro izquierda. El socialista estará más solo en Bruselas y habrá un voto más conservador en el Consejo. 

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Alemania parece enferma. Crisis de identidad y de proyecto económico. La duda es si se trata de una patología crónica, y la que ha sido la locomotora europea de las últimas décadas ha entrado en decadencia, o más bien estamos ante un malestar pasajero, del que Berlín resurgirá de nuevo, impulsando a España y al resto de Europa.

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