Es un largo periodo de casi cuatro décadas que llega a su fin, con un escueto comunicado emitido desde Moscú y una declaración en indisimulado tono eufórico pronunciada en Kiev. “Debido al repetido y claro rechazo a renovar estos acuerdos, a Gazprom se le privó de la capacidad técnica y legal de suministrar gas para el tránsito a través del territorio de Ucrania”, reza el acusatorio texto difundido por el gigante del gas ruso. En el margen occidental de la línea de frente en la guerra de Ucrania, el estado de ánimo era muy diferente. “Es un acontecimiento histórico; Rusia pierde sus mercados y va a sufrir pérdidas financieras”, ha declarado, sin disimular su satisfacción, German Galushenko, ministro ucraniano de la Energía.
La era del gas barato procedente de Rusia para Europa Central y Oriental se clausura de esta forma, envuelta en los ecos de la guerra de Ucrania. Arrancó en los años 70, cuando aún existía la URSS, y ha resistido a lo largo de los años los embates de innumerables crisis y sobresaltos políticos, alcanzando su clímax en 2021, el año anterior al inicio de la contienda, cuando el 35% del gas consumido en Europa había sido extraído de las entrañas del subsuelo ruso. Con el inicio de las hostilidades en el país eslavo, la Unión Europea comprendió que no podía seguir confiando en los actuales dirigentes del Kremlin e inició planes para hallar alternativas a los envíos desde el gigante euroasiático, logrando reducir dicho porcentaje al 8%.
En los últimos años, el gas licuado procedente de Catar y EEUU, y a través de tubería desde Noruega, ha ido progresivamente sustituyendo al ruso, aunque a precios más elevados, mermando la competitividad industrial de países como Alemania. La caída del régimen de Bashar el Asad y la llegada al poder en Damasco de los rebeldes sirios, sobre los que Moscú carece en principio de influencia, abre la posibilidad de que, a largo plazo, el Viejo Continente vuelva a contar con esta fuente de energía a precios tan competitivos como antes de la contienda. Vendría suministrada también mediante tubería, aunque en esta ocasión desde Catar, país que alberga en su subsuelo del 13% de las reservas mundiales. El depuesto dictador sirio había vetado siempre el proyecto de una autopista energética entre el golfo Pérsico y el Viejo Continente atravesando territorio sirio, ya que ello planteaba una importante competencia en los mercados de energía europeos a su gran aliado, Rusia.
Impacto limitado
A corto plazo, el impacto del cierre del grifo en los mercados europeos va a ser limitado, debido precisamente a los modestos volúmenes de gas que transitaban por la infraestructura, que a 1 de diciembre de este año se calculaban en 14.000 millones de metros cúbicos, cifra entre cuatro y cinco veces inferior a la que existía en 2020, coinciden los analistas. La Comisión Europea ha adelantado que dichos envíos pueden ser sustituidos por importaciones de gas licuado, y ha descartado que suban los precios de la energía de forma brusca, ni siquiera a los niveles que lo hicieron en 2022 con el inicio de la guerra. De hecho, horas antes de la entrada en vigor del cerrojazo, los precios apenas se habían incrementado, alcanzando al final del martes 48,5 euros por megavatio-hora
Los estados miembros más afectados por el corte son Austria, país al que Gazprom no suministra gas desde noviembre debido a una disputa comercial y que lleva tiempo preparándose para esta eventualidad, y Eslovaquia, que contará con suministros alternativos desde la República Checa o Alemania que, eso sí, le supondrán un mayor desembolso en tarifas de tránsito, encareciendo el precio final a los clientes. Fuera de la UE, sin duda quien más sufrirá será Moldova, cuyas autoridades ya están aplicando medidas para reducir el consumo un tercio. En Transdnistria, la franja separatista habitada por gentes de etnia rusa y donde se hallan estacionados 1.500 soldados del Kremlin, ha cortado el suministro a algunas instituciones estatales mientras sus autoridades rechazaban la ayuda humanitaria del Gobierno de Chisinau, presidido por Maia Sandu, de vocación europeísta, para mantener su lealtad a Moscú.
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Donde también se sentirá con fuerza el impacto del cerrojazo será en las ya maltrechas finanzas del gigante del gas Gazprom. En mayo pasado, la empresa reportó pérdidas masivas de 6.800 millones de dólares, cifra que muy probablemente se incrementará en los próximos meses, ya que dejará de ingresar 5.000 millones de dólares procedentes del mercado europeo en este año que ahora comienza. “Las pérdidas (de 2023) demuestra hasta qué punto la decisión de Gazprom de cerrar el grifo del gas se les ha vuelto en contra”, valora Agathe Demarais, investigadora senior en Geo Economía del Consejo Europeo para las Relaciones Exteriores, en un artículo publicado en la revista Foreign Policy. La posibilidad de sustituir el mercado europeo aumentando las ventas a países como China o la India no acaba de despegar, y según esta experta, “sin opciones para incrementar las decaídas ventas, las pérdidas podrían afectar la capacidad de Rusia de financiar la guerra“. Y es que solo en 2022, Gazprom transfirió a las arcas públicas rusas 40.000 millones de dólares. Más aún. El 10% del presupuesto federal procede de Gazprom, ya sea a través de derechos de aduana, impuestos especiales o impuestos sobre beneficios.
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