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Τραμπ, Μάρκο Ρούμπιο και Κούβα: πολύ περισσότερα από μια επιστροφή στο παρελθόν στις σχέσεις μεταξύ Ουάσιγκτον και Αβάνας

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“Presidente (Donald) Trump, en un acto de arrogancia y desprecio por la verdad, acaba de restablecer la fraudulenta designación de Cuba como estado patrocinador del terrorismo. No sorprende. Su objetivo es seguir fortaleciendo la cruel guerra económica con fines de dominación”. El tono indignado del presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, fue tan previsible como la decisión del multimillonario republicano de anular una medida de su antecesor, Joe Biden, que ni siquiera tenía una semana de vigencia. El ahora expresidente se demoró cuatro años en retirar a La Habana de una lista de la que ha entrado y salido en los últimos 43 años, según sopló el viento de las complejas y ríspidas relaciones bilaterales. En 1982, y como parte de la escalada en la lucha contra el “imperio del mal”, Ronald Reagan introdujo a Cuba entre los países que fomentaban las actividades armadas. Barack Obama fue en la dirección contraria cuando trató de recomponer los vínculos con la mayor de las Antillas, en 2016. Cinco años más tarde, y antes de concluir su primera presidencia, Trump volvió a sumar a La Habana a esa lista de la que Biden la borró el 14 de enero. Nadie esperó otra cosa del magnate al desautorizar a su antecesor, ni siquiera la velocidad con la que lo hizo: el mismo día de su asunción, y en el marco de una ola de revocaciones de tendencias políticas de la Administración saliente.

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En cuanto a Cuba, la acción, señaló Díaz-Canel, representa un “acto de burla y abuso” y reafirma “el descrédito de los listados y los mecanismos de coerción unilateral” de Washington. Las autoridades cubanas atribuyen exclusivamente a las sanciones del vecino las sistemáticas crisis económicas, estructurales y sociales, así como el “incremento significativo del flujo migratorio de Cuba hacia Estados Unidos”. El éxodo tiene números sin precedentes: más de dos millones de personas solo en los últimos tres años. El ministro de Exteriores, Bruno Rodríguez, también se pronunció a través de las redes sociales: “Ebrio de arrogancia, Trump decide sin razones que Cuba patrocina el terrorismo. Sabe que miente. Su empeño es incrementar el castigo y la guerra económica contra las familias cubanas. Causará daño, pero no doblegará la firme determinación de nuestro pueblo”.

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La explicación oficial de que todas las calamidades internas, desde los apagones a la escasez, obedecen al bloqueo no encuentran a estas alturas el consenso ni la aceptación de décadas atrás, cuando la palabra del Estado carecía de contrapesos. Sin embargo, la inmediatez con la que ha actuado la Casa Blanca le permite al Partido Comunista volver a instalar con fuerza a las sanciones norteamericanas como única causa del deterioro.

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Regreso al pasado

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Todo parece volver a enero de 2021 cuando el entonces, el secretario de Estado, Mike Pompeo sostuvo que la isla apoyaba “los actos de terrorismo internacional al otorgar refugio seguro” a sus ejecutores. Pompeo aludió entonces a la presencia en La Habana de integrantes del Ejército de Liberación Nacional (ELN), la última guerrilla operativa en Colombia, en momento que se intentaba reanudar las negociaciones con el Gobierno de Iván Duque. La capital cubana ya había funcionado como sede de los encuentros entre representantes del Estado colombiano y las FARC que desembocaron en el acuerdo de paz de 2016. El presidente Juan Manuel Santos obtuvo el Premio Nobel por su papel en el cierre de un sangriento conflicto armado de más de medio siglo.

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Los analistas advierten que en esta medida revocatoria de Trump se pone en escena algo más que un acto administrativo consumado velozmente. En lugar de Pompeo aparece un cubano-americano, Marco Rubio, al frente del Departamento de Estado. “No tengo ninguna duda de que cumple todos los requisitos para ser un Estado patrocinador del terrorismo”, dijo durante la audiencia de confirmación en el Senado para encargarse de la política exterior de Trump. Rubio fue confirmado el lunes tras recibir el apoyo unánime del Senado y juró este martes el cargo. En su discurso, prometió trabajar para promover la paz. “Por supuesto, una paz a través de la fuerza, una paz siempre sin abandonar nuestros valores, pero creo que es extraordinario que sea algo que deba decirse y que no se haya dicho lo suficiente en tiempos recientes”, añadió.

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La medida adoptada por Trump con el eco de los fastos de su toma de posesión es una muestra del peso que adquiere la presencia de Rubio y la determinación de ubicar al tema de la isla en un lugar importante de su agenda. Otro cubano-americano, Mauricio Claver-Carone, ha sido designado como encargado de asuntos latinoamericanos. La celeridad de la revocación es observada, por lo tanto, como una señal enviada no solo a la isla sino a los países latinoamericanos que presionan por el levantamiento de las sanciones contra La Habana en la ONU y otros foros y habían saludado el paso dado por Biden en la puerta de salida de la Casa Blanca.

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No se trata solo de Cuba por estas horas lo que desvela a los Gobiernos de la región, sino el propio anuncio de Trump sobre la determinación de apropiarse del canal de Panamá y el abordaje de la cuestión migratoria y el problema del narcotráfico. Rubio y Claver-Carone son los rostros visibles de un endurecimiento que augura otros frentes de tensión.

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